Recientemente, mi hija de cinco años me cambió la jugada. Poco después de que le dije que ni ella ni su hermana podían jugar ningún juego en mi iPhone, levanté el dispositivo para revisar mi correo electrónico.
“Mamá, ¿por qué tú si puedes usar el teléfono y nosotras no?", preguntó.
Me detuve abruptamente, le dije que tenía toda la razón y dejé el teléfono. El correo electrónico podía esperar.